Elmo ha sido un gran compañero de nuestra familia. El primero que llegó a la casa fue uno que le trajo papá a Pedro de NY. Elmo lo acompañó cuando llegó Tomás a nuestras vidas. Veíamos diario su película hasta que llegaba el helicóptero del malo y nos íbamos a dormir. Tomás le regalo cuando nació un Elmo grande al que se le hacen cosquillas y unas divertidas pantuflas. Y después pasó a ser el preferido de Tomás. Quizá hasta más preferido pues no podía dormir en ningún lado si no estaba Elmo, ya bastante cochambroso y despelucado pues es el mismo Elmo que usaba Pipo, pero así lo amabas.
Hoy por hoy arriba de la cuna de Tomás duermen a diario: Elmo, Nini (ya les he platicado del bebé que tiene Tomás que lo trata con tanto cariño y arrulla), Yoye (babyslang for super grover) y de vez en cuando se cuela un chango u otro peluche.
Pedro fuera de Elmo nunca durmió con otro, hasta ahora. Cuando fuimos a Orlando el diciembre pasado se ganaron uno horrendos peluches fosforescentes en forma de oso. Hice mis intentos para dejarlos allá pero rápidamente los pusiste en la maleta.
Y hace unos días Pedro quiso también tener unos peluches en su cama. Primero hizo el chistoso intento de subir cuando zoológico hubo en su cuarto a su cama sin ni siquiera quedarse con espacio para sí mismo.
Ya que recapacitamos se quedo con los horrendos dos peluches del juego de monedas.
Hasta el día de hoy no podemos dormir jaja – un fetiche más- si no están los fosforescentes sobre la cama.
Los amo! Espero no estar creando mounstruos.