Quizá por ser el grande y porque ya tenía amigos y actividades más establecidas en la escuela mi preocupación inicial de cómo le iría en la escuela era Pedro, no Tomás. Y resultó todo lo contrario.
Pedro salió con sonrisa de cachete a cachete desde el primer día. Se reía de que no entendía mucho pero estaba contento de saber que había varios que hablaban español y que había deportes todos los días. Algo que nos ayuda muchísimo ya que al ser la última clase del día… sale emocionado y feliz todos los días.
Tomás fue distinto, no quería ir, lloraba, me dolía, no entendía y eso le podía, entra 15 minutos más tarde que Pipo y eso no siempre era bueno pues la emoción de habernos ido en patín se nos olvidaba y nos daba tiempo de ponernos un poco tristes… En fin, difícil.
Pero de la nada, de un día a otro, las cosas cambiaron, empezó a hacerse muy buen amigo de 2 niñas y a partir de ahí le regresó la sonrisa para entrar a la escuela, empezó a dormir siesta en la escuela y disfrutar como antes el ir a aprender a un lugar…
Verlos crecer me emociona, me gusta y me da melancolía, pero sé, que solo me queda disfrutarlos tanto como parece que les gusta disfrutarme a mi… y eso es invaluable!