2020, un año que pasará la historia. Un año donde el mundo entero se enfermó. Donde el riesgo a morir era tangible. Donde nos vimos forzados a cambiar, a valorar y a ver el mundo de manera distinta. Hoy usar máscara, ponernos alcohol en las manos y respetar más que nunca el espacio vital se volvió una cotidianeidad.
Dejamos de ver a los abuelos por 1 años y medio. Dejamos de salir al super, dejamos de saludarnos de beso o abrazo, empezamos a sonreir detrás de unas mascara y nos dimos cuenta de lo frágil que es el ser humano. Gente cercana se enfermó, gente cercana murió.
Tenemos la sospecha de que papá se enfermó al mero principio. Venía de Madrid donde el Covid19 ya estaba mucho más fuerte. Llegó con temperatura y malestar y durmió por 48 horas. Nunca sabremos si le dió o no. Pero si si, fuimos muy afortunados de que no pasara a mayores.
Hoy por hoy ya estamos papá y yo vacunados. A papá le tocó Pfizer y a mi Moderna. Papá tuvo poco malestar, yo en la segunda dosis sentí que me había atropellado un tren.
Seguramente en el futuro hablaremos mucho del tema. Pero recuerden, lo superamos, aquí estamos, y nos tocó vivirla en un país que reaccionó rápido, que tiene la capacidad de apretar un botón y empezar a vacunar a toda la gente que quiera.