A principios de marzo de 2020 nos enteramos que una enfermedad de las vías respiratorias que estaba dando en Asia, principalmente en China, estaba por llegar a Estados Unidos de una manera fea. No sólo tendríamos que usar tapabocas sino que habría que aislarnos, por tiempo indefinido.
Al principio me dio miedo, era algo totalmente desconocido y el gran temor a la muerte era inevitable.
Durante 3 meses no salimos ni a la esquina, ni al estacionamiento a saltar la cuerda. Luego empezamos a salir a la alberca, con horarios restringidos y reservación, sin acercarnos a las otras personas y con tanto miedo que limpiabamos los camastros.
En esos tres meses hicimos miles de cosas increíbles, de todo, y lo mejor juntos. Nos disfrutamos, nos conocimos y aprendimos del otro más que nunca.
Hoy creo que ha sido de los mejores regalos que la vida me ha podido dar. Y no que haya sido miel sobre hojuelas, pero estamos sanos, estuvimos juntos, compartimos y nos conocimos como nunca.
Gracias a la vida que nos puso una prueba para recordarnos lo realmente valioso de la vida.