Después de 3 meses de estar en karate fue tu primer examen. Ibas feliz, Pedro no fue al soccer y fuimos todos a verte. Era sábado. Estabas emocionadísimo. Lo hiciste increíble, no te equivocaste y le echaste mil ganas. Al termina, te dijo que lo habías hecho excelente. En tu cabeza, recordaste que el había dicho que cuando alguien lo hace de manera excelente es probable que incluso brinquen un cinturón. No cabías dentro de ti. Pero algo extraño hacen… No te dicen en ese momento cuánto te sacaste o qué cinturón te va a tocar después. Lo dejan para el suspenso y 2 o 3 clases después. Aún así tu estabas feliz pues te iban a dar, según todos, Amarilla. Llegó el día de la entrega de cinturón y … te dieron Blanco con Negro. En ese momento tu mundo se derrumbó, tus ganas y tu emoción se fueron al piso… Ya no querías ir, ya no te interesaba, perdiste la fe en el Sensei. Sé que no está bien al 100%. Sé que la vida así es. Pero yo, que creo en la pedagogía y en darle al niño chispas de emoción para que él se enganche, hubiera hecho las cosas de otra manera. A partir de ahí ya todo fue de bajadita. Te empezó a regañar por tu falta de interés, nos empezamos a dar más cuenta de cuando era irrespetuoso con los demás, etc.