Tienes un gran amigo, se llama Elias. Tiene una familia un tanto cuanto complicada. Viene de una familia de mucho dinero perseguida en Ecuador por malos negocios y por estar metidos con gente que no deberían. Pero él es un niño lindo. Lástima lo que le ha tocado vivir.
Pero hace unas semanas lo invitamos al parque y nos arrepentimos. Empezó a intimidarte y a contarte, según él, que Santa Claus no existía, a sacarse el pene y querer que tu lo tocaras o retarte a que te lo tocara una niña, a decirte que haciendo magia no ganarias el Talent Show, que lo ganarías agarrandote el pene y cantando como Justin Bieber, a hacer pipi en una pistola de agua y echarte en la cara, etc.
Por un lado me enojó que un niño violé la inocencia de otro niño, por otro que fueras tu su target; pero al mismo tiempo me dio ternura que un niño tan chico esté viviendo cosas tan feas que lo orille a estar así de ansioso, angustiado y con una necesidad imperante de amedrentar a los demás porque no se quiere sentir solo.
Es nuestro vecino, pero ahora guardo mi distancia porque los quiero proteger.